domingo, 25 de mayo de 2014

Martha Karina y la Reportera





Hoy hace un año, una madre me buscó para ayudarle a difundir lo ocurrido a su hija Martha Karina. Su hija había sido apuñalada 25 veces por su novio frente a su hermano discapacitado. Estaba prófugo. Tome el caso y lo difundí en Grupo Imagen Multimedia. Investigué y en semana y media encontré al feminicida en Pachuca, Hidalgo. Dí con el lugar donde se ocultaba y dormía. El feminicida había encontrado empleo en una heladería y para identificarlo le compré uno de chocolate. Al estar 100% segura de que se trataba del feminicida de Martha Karina lo denuncié ante la PGJEM quienes me enlazaron con la fiscal de feminicidios del Estado de México. A la vuelta de la heladería di datos: dirección, vestimenta, le dije textual vía telefónica: "Estoy frente al asesino de Martha Karina y me respondió: Ay mija', hoy es sábado y si vamos por este muchacho vamos entre lunes y martes". Le respondí que si no lo capturaban en menos de dos horas, yo tuitearía que estaba frente al feminicida de Martha Karina y la denunciaría. Un par de horas el feminicida de Martha Karina fue detenido y hace un par de meses fue condenado a una sentencia de 40 años de prisión


El siguiente texto fue escrito el 28 de Mayo del 2013 y es de Martín Moreno, periodista.




Me das un helado?

-Hay vainilla y chocolate…

-De chocolate…

En ningún momento la miró a los ojos. Ella sí lo vio, escudriñándolo. Lo reconoció. Le pagó con un billete de 20 pesos. Cristian hurgó en un botecito abollado de aluminio. “No tengo cambio”, le dijo. “Ahorita regreso por él…”, respondió la clienta. Arrancó su auto y dio la vuelta a la manzana, apresurada por los autos que detrás tocaban, impacientes, el claxon.

Cuando volvió minutos después, el heladero era detenido por agentes de la PGJEM. Sí, era él: el asesino de Martha Karina Torres Jorge. Le asestó 24 puñaladas.

La reportera Yohali Reséndiz permaneció impávida en su vehículo. Primero le siguió la pista, luego lo ubicó, lo denunció, viajó a Pachuca para confirmar que en realidad era el asesino, y atestiguó su aprehensión.

El círculo se cerraba.

KARI. Un beso súbito en la frente de doña Mayra, su madre, y una frase inesperada: “Ya no me verás”. “¿Por qué dices eso?”, devolvió Mayra, desconcertada. “¡Ah!, es que me voy a ir en la noche al party rock... “Bueno, nos vemos mañana”.

Cuando volvió a ver a su hija, tenía una mancha de sangre en el pecho y la vida que se le iba. Que se le fue.

Martha Karina tenía 19 años de edad, estudiaba en la UACM-campus Cuautepec. Amiguera, abierta, franca. Novia de Cristian, insondable, oculto.

“Tenía tres meses de novia con Cristian. Nunca los oí discutir ni que él la agrediera; no había maltrato ni golpes; sólo en una ocasión le dijo una grosería en Facebook, pero nada más…”, confía Mayra Jorge Ruiz en mi noticiero dominical. (Reporte 98.5, FM, 2 a 4 PM).

Pero el ser humano “es mitad indiferencia, mitad ruindad”, escribió alguna vez el inolvidable Saramago. Y a esa descripción de vida se ajustaba Cristian Reyes Ortiz.

La noche del sábado 11 de mayo —por la tarde Cristian había comido con la familia de Karina celebrando dos cosas: el Día de las Madres y el cumpleaños de su novia, mostrándose afable, sin destellos que presagiaran tragedia— el hombre de 24 años tomó un cuchillo y lo hundió 25 veces en Kari. Ruindad.

Y lo hizo frente a José Francisco, tío de Kari, quien nada pudo hacer para evitar el ataque: tiene problemas motrices que le impiden moverse. Indiferencia.

Karina iba a romper con Cristian. Se lo había avisado. “A mí nadie me quiere”, lamentaba él.

Cuando Mayra llegó a casa, escuchó los gritos lejanos de su hermano, que atropellado balbuceaba y llamaba a una vecina: “Señora Martha… Señora Martha”. Mayra apresuró el paso. ¿Qué ocurre? “A-pu-ña-la-ron a Ka-ri-na…”

Mayra encontró a su hija inconsciente. La tomó entre sus brazos. “Yo sentía que ella estaba viva y le decía: te vas a poner bien Kari… te vas a poner bien…”

Al llegar al hospital confiaba en que su hija se recuperara. Poco después escuchó en boca del médico la frase que desgarra al corazón: “Hicimos todo lo posible…”

Kari es un bello recuerdo.

LA REPORTERA. El lunes 13 de mayo nos enteramos, horrorizados, del asesinato de Karina. Lo supimos por la nota de Yohali Reséndiz en Cadenatres. Estremecía la historia: un feminicidio más —sí, otro, ahora en Tlalnepantla— en la entidad donde la vida de las mujeres vale casi nada: el Estado de México.

Reséndiz jugó un papel clave: no se limitó a presentar una nota más, olvidarla y esperar al día siguiente otra orden de trabajo. No. Presentó más detalles el 13 y 15 de mayo, apoyándose en lo que jamás nos dará internet o Google: la investigación periodística. Y más: siguió la pista del asesino. La mañana del sábado 25, Reséndiz tenía ya el lugar exacto donde se encontraba el verdugo de Karina. Hizo lo que la ética le aconsejó: dar parte a la PGJEM, que no tenía idea del paradero de Cristian. Estaba en Pachuca.

Yohali se trasladó a Pachuca y llegó a la dirección antes que los agentes de la PGJEM. Se plantó frente a Cristian. Le pidió el helado de chocolate.

Al regresar de dar vuelta a la manzana, vio cómo los agentes trepaban al heladero a una patrulla. El domingo pasado, los servicios de Grupo Imagen Multimedia informaban, en exclusiva, de la captura de Cristian.

Yohali Reséndiz —una de las reporteras más completas de la televisión mexicana— cumplió como periodista.

Pero también como ciudadana.


Hasta aquí el texto publicado en Excélsior en la columna "Archivos del Poder" del columnista Martin Moreno.

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