jueves, 20 de marzo de 2014

El vino y la amistad

Por Yohali Reséndiz

La relación del teatro y el hombre con el vino siempre ha existido. Ayer conocí la palabra "ditirambos", una palabra que jamás en mi vida había escuchado, así que esta mañana uno de mis pendientes fue buscar su significado.

En el lenguaje teatral, los ditirambos se refiere a los himnos en honor al dios del vino los cuáles tenían un estribillo entonado por un coro que era respondido por el exarconte o corifeo, estableciendo un diálogo entre el coro y el primer actor, que a la postre daba lugar al teatro. Eso, hasta ayer, no lo sabía.

Hace unos días, recibí una invitación de una persona recién llegada a mi vida. Juntas hemos enfrentado ya algunas batallas y yo he ganado con solo conocerla sabiduría de la vida. Ella es madre, esposa, hija y amiga que vive convencida de que la sonrisa y el saludo abren puertas y también de que soy un ángel en su vida.

Obligada estoy de escribir a su favor, que me divierto mucho con ella a pesar de que la mayor parte del tiempo hablamos de cosas serias. Nos reímos por whats, DM, vía telefónica, mensaje o en persona. No ha habido una mañana en que no pregunte ¿cómo estas? ni una sola noche, antes de que duerma sin que lea un ¿Cómo te fue, que tal tu día? Si, ya sé que son preguntas cotidianas pero, ya casi nadie las hace. Así que, el valor de esas preguntas radican en hacerlas y en que son el principio para construir una amistad e indicio de que a alguien le importas.

A ella, la conocí por casualidad -nos reímos mucho de eso también- decidí apoyarla primero como mujer y luego como reportera en una situación muy personal. Una situación difícil donde todos los días pone a prueba su capacidad de sonreír y ser positiva -a pesar de que la he visto derrumbarse y escuchado llorar por teléfono hasta partirme el alma para después de un largo silencio, ofrecerme una disculpa por no poder más-.

Hay tormenta para ella en esta etapa de su vida pero yo estoy aquí. Y a pesar de que somos de generaciones distintas ha prevalecido el respeto entre nosotras, la comunicación y sobre todo la solidaridad mutua. Es ahí cuando uno aprende que el valor de la amistad radica en ser honestos y aceptarnos tal cuál somos sin caretas, así que, aunque tengo realmente muy poco de conocerla, ella me hace sentir como si fuera mi amiga de toda la vida.

¿En qué me quede, porque les estoy contando todo esto? Ah si, resulta que además, ella es muy agradecida y quiso tener el detalle de invitarme a una cata de vinos. Jamás en toda mi vida, había ido a alguna. "Ya tengo los boletos, irán las Laura's, Meche y un grupo de amigos de mi infancia", me dijo. Acepté.

Me citó en casa de su madre, una señora muy amable, ahí dejaría mi vehículo. El plan era llegar juntos "sus amigos de la infancia" y yo. A las siete con diez minutos, llegaron por nosotros los puntuales Laura y Héctor, - de quienes me enteré, se casaron cuando ella tenía 16 y no por embarazo, sino por realmente sentirse enamorados-. Luego llegó Meche. Minutos después, la camioneta se detuvo en la casa de Samuel -que vive a unas cuantas casas de la casa materna de mi amiga- uno a uno, me presentaba muy orgullosa.

Durante el camino, las anécdotas iban y venían y todas comenzaban con un "te acuerdas de" y luego venía un "no, no fue así" mientras otro decía "qué ya no se acuerdan que..." Y ahí comenzaba el debate y las carcajadas recordando aquella infancia, -por un momento, los observé como alguien que mira una película- frente a mi habían siete personas hablando de sus recuerdos, aquella noche se convertía en un paréntesis y respiro -entre hijos, responsabilidades y preocupaciones- donde lo único que importaba era platicar qué hacían de sus vidas.

"Yo me casé con un hombre maravilloso y tengo tres hijos que me hacen sentir todos los días orgullosa", le escuché decir un par de veces a mi amiga.

No pude evitar, contagiarme de sus carcajadas - sobre todo las de mi nueva amiga- y de aquellas travesuras de quienes habían crecido en un fraccionamiento al Sur de la Ciudad. Observé que se querían mucho y respetaban pero algo muy importante también es que, ninguno de ellos no había ni herido ni olvidado, la amistad.

Hubo un momento en que levante mi voz y dije: "De verdad, les agradezco que esta noche de amistad tan íntima, me permitan compartirla con ustedes" recuerdo que fue todo lo que dije -al menos durante el camino- porque lo demás fue reír al escuchar aquellas historias de juventud de quienes ahora son adultos y padres de familia, -todos- menos Samuel que es el "soltero" del grupo y que anoche escuchó la pregunta de siempre: ¿te vas a casar con Carolina?

25 minutos después, habíamos llegado a la recepción, gracias a los atajos de Héctor -atajos de "ruletero" dijo Meche-,leí un anuncio "Los Faroles" casa del amor y la amistad. Al entrar, el lugar fue a la vista muy agradable, poca luz, cuasi romántico, velas en las mesas y algunas parejas salpicadas se besaban, abrazaban o platicaban de frente viéndose a los ojos
-seguramente soñando con el futuro y de la forma correcta en que una pareja debe platicar siempre- caminamos al fondo y a la izquierda, donde estaba reservada la mejor mesa.

Mientras nos acercábamos, el grupo casi choca con un hombre alto, canoso, con camisa clara que dijo "Buenas Noches, Bienvenidos". Era Mauricio, el amigo que los había invitado a probar vinos de su distribuidora www.gironesvins.com.mx (aunque mas bien el pretexto creo que quería volverlos a ver). Era pues el anfitrión, aquel adolescente que dejaron de ver hace muchos, muchos años. Lo más gracioso fue, que ni él los reconoció a ellos. Ni ellos a él....y yo, menos. (Risas)

La escena siguiente fueron los abrazos y besos entre ellas, los choques de manos entre ellos, las presentadas de esposas, novias, esposos y viceversa. Yo retrocedí un paso hacía atrás, de nuevo era espectadora. Después de eso, escuchaba los "sigues igualita" "No te reconocería" "tú como siempre tan guapa" y solo hubo un: "tú si, ya te ves muy jodido", pobre Samuel...al final de la noche, le aclararon que fue en broma y volvieron a reír. Después del reencuentro hubo un momento en que Meche, estuvo a punto de presentarme como su hija con Elsa,esposa de Mauricio pero mi amiga se adelantó y arruinó la broma.

"Ella, es nuestra amiga Yohali Reséndiz", mucho gusto -respondí- y todos en ese momento, casi la zapean.

Al ocupar nuestros lugares, leí un tríptico que explicaba como de manera lúdica y a través de una puesta en escena con tres actores, conoceríamos algunos de los procesos de elaboración en el vino y sus características.

Mauricio, hizo gala de anfitrión y trajo una botella de vino español para compartir y brindar por el encuentro. Puedo asegurar que fue la mesa donde más risas se escuchaban y una mesa donde compartí algunas experiencias sobre todo con Meche y mi amiga sentadas cada una a mi lado. Había vino y un platón de quesos con jamón jabugo y deliciosos corazones de alcachofas al centro, además de dos tipos distintos de fondues para acompañar los vinos.

Después del primer ¡salud!, Meche preguntó al grupo, ¿cómo se llama esa canción? nadie respondió, solo yo. "Amor de hombre" sonaba en versión instrumental, éxito de Mocedades, un grupo que yo escuché de niña en casa de mi abuela y que por esa razón me sé sus canciones.

Minutos después, comenzó la cata de vinos teatral. Cada quién ya tenía sus tres copas enfrente. Nos explicaron que probaríamos tres vinos: tinto, blanco y rosado -amé el rosado-.

Junto con los actores aprendí anoche que el vino desde tiempos remotos ha sido una importante referencia social, cultural, popular, religiosa y hasta económica. Que el teatro y el vino juntos ofrecen emociones, sensaciones en el caminar por los vericuetos del placer de los sentidos. Aprendí que teatro y vino son extraordinarios y que además, se puede gozar de una buena obra y disfrutar un buen vino.

Los actores de la puesta de escena nos fueron enseñando a los invitados a degustar, deleitar, saborear un buen vino en la boca. Porque no es lo mismo paladear que beberlo hasta al fondo y comenzar a sentirse mareado y abrirle la puerta a los ridículos. Eso siempre, es algo que he tenido muy claro.


Hubo un momento en que realmente me sentí parte de ellos, todos me preguntaban algo, me hablaban con tanta familiaridad y por mi nombre. Me contaban sus anécdotas. No hubo desvelo y debo decir que cuando terminó la cena, nuestra mesa estaba tan llena de copas que realmente asombraba a cualquiera, pero como todo, había una explicación que es muy sencilla: había demasiadas copas porque durante la obra habíamos probado tres tipos de vino: el tinto, blanco y rosado, cada quién ocupó 3 copas distintas y 9 vasos para agua natural, realmente se veía aquello tan etílico, escandaloso y abrumador que le tomé una foto para recordar que un buen vino solo se llena hasta 1/3 de copa y se disfruta con quienes quieren compartir un buen momento contigo.

Así que, ¡Salud, amiga por los tiempos buenos que están y tienen que llegar para ti!

periodismoatodaprueba@gmail.com

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