jueves, 1 de enero de 2015

Gracias por leerme. Este blog, son ustedes, soy yo. periodismoatodaprueba.blogspot.com

Por Yohali Reséndiz

Nunca he olvidado cuando conocí por primera vez a Valentina Alazraki enfundada en un hermoso abrigo blanco. Eran los años ochentas y durante diez días (que duró la cobertura especial) la vi dentro de una caja de televisión a blanco y negro (que por cierto, de vez en vez, mi mamá tenía que darle una especie de coscorrón para que la imagen regresara).

Cada noche, mientras mi mami forraba mis cuadernos, bordaba el nombre en mi suéter de la escuela, le ponía etiquetas con mi nombre a mis colores y lápices, veíamos el noticiero, y yo lo que más amé de ese espacio informativo fue mirarla a ella, a Valentina y escuchar sus crónicas de lo que era una historia de vida, sobre el hombre del siglo, Juan Pablo II y su paso por "El continente de las lágrimas".

A través de las palabras cotidianas, conocí los colores y las formas de África, Congo, Zaire, Ghana, Kenia, Costa de Marfil y Burkina Faso. Y fue a través de las imágenes de sus reportajes que identifiqué el lenguaje visual de un hombre que estrechaba miles de manos. En ese par de minutos de su intervención en televisión, identifiqué en aquellos rostros de esos hombres desconocidos los gestos de agradecimiento y asombro y la ansiedad con que trataban de rozar con la yema de sus dedos al "Mensajero de la Paz" o como en su mirada solo tenían para aquel "Ser de Luz", admiración devoción y ternura. Fue a través de sus imágenes cuando experimenté el cansancio que ese hombre tuvo cuando recorría a pie caminos polvorientos. Sentí a través de esas imágenes, que cuando él besaba y sonreía a "los miserables del mundo" lo hacía por amor o que cuando bendecía a moribundos, en una imagen a través de la pantalla, yo descifraba en sus rostros el reflejo de recibir la gracia del perdón y la liberación que da la paz y cómo olvidar cuando visitó a enfermos de sida en los hospitales y extendía sus brazos, ahí pude distinguir en su rostro la bondad eterna y la felicidad plena. Realmente, jamás olvidaré que fue ahí, justo en esos días cuando descubrí que podía traducir los sentimientos del lenguaje televisivo y fue entonces, sólo entonces, cuando comencé a soñar con ser reportera.

"Siempre he tenido algo de suerte, incluso en mis peores momentos"

Muchos años después, conocí a Valentina y en un abrazo le di las gracias. Compartí con ella la mesa y el auto, días y noches, sonrisas pero sobre todo experiencias. Así que cuando comparto una historia escrita o hago un guión para televisión, trato de que, aquello que me ocurrió cuando era niña, se traduzca en las imágenes de lo que narro, y que, las historias reales y dolorosas, historias de valor o de denuncia que merecen ser contadas siempre tengan la atención y el suficiente poder para lograr la empatía de los demás o la indignación masiva y lograr que quienes me leen se solidaricen con la causa narrada y afloren sus sentimientos guardados bajo la llave de la indiferencia.

Mi primer nota (prueba) para Cadena Tres que es la televisión para la que trabajo fue sobre los niños de la cárcel en Santa Martha (un tema sensible que abordé con respeto y reflexión) la dirección editorial quedó tan complacida con el resultado que mi contratación fue inmediata. Después de ese día, he tenido la oportunidad de conocer infinidad de personas, sobre todo madres que acuden a mí como si fuese su última esperanza -en el sentido- que alguien las entienda y escuche, -de ahí mi convicción por jamás fallarles y estar con ellas hasta el final, final, final-.

Recuerdo como si fuese ayer, cuando conocí a Mayra Virginia Jorge Torres y me habló sobre su hija asesinada, cuando terminó de contarme su dolor, lloré de regreso al canal, recuerdo que mi camarógrafo y el chofer jamás me dijeron nada y respetaron ese momento. Yo pensaba en que no hay nada más primitivo y más bajo en la conducta humana que herir y matar y nada más cruel que quién te ama, te lastime o te haga daño. Dos meses después, yo, reportera, me paré frente al feminicida y novio de Martha Karina y le compré un helado de chocolate. Sentí escalofríos. Lo encontré en Pachuca donde había huido sabiendo que era un asesino. Entré al lugar donde dormía y donde para quedarse ahí, contó que había huido de casa porque sus papás no lo "comprendían". Ahí estaba yo, parada en esa minúscula habitación a la que entré diciendo que era su tía, sin tocar nada observé la sudadera que aquella noche trágica traía puesta y se había salpicado con sangre de Martha Karina mientras la había apuñalado 25 veces. Cuando encontré la heladería, el rompecabezas se armó, cada pieza coincidía, su gorra, sus tenis, el color de mezclilla de su pantalón, la misma posición corporal de algunas fotos en su Facebook, sus gestos, su rostro y su mirada con aquellos ojos cafés que tanto estudié. Pero, la pieza clave fue cuando nuestras miradas se cruzaron al entregarme el helado de chocolate que le compré para reconocerlo. Lo que siguió fue una serie de momentos estresantes y decisivos. Nadie me acompañó. Aquel día, no tuve autorizado un camarógrafo, en mi mundo sólo éramos el asesino y yo, la reportera. Después de pagar mi helado, caminé hasta la esquina, pidiendo a Dios que no huyera, recuerdo que apreté los dientes y respiré profundo, no podía voltear, tenía que rodear la cuadra, al doblar a la esquina, tiré el helado, saque mi celular y llamé a la policía, al llegar de nuevo a la calle de la heladería, me resguardé en una peluquería donde podía observarlo y entré ahí con el pretexto de que mi esposo llegaría a cortarse el cabello, dos horas y media después, frente a mis ojos, Jonathan fue detenido.

Minutos después recibí una llamada, era Mayra Virginia, madre de Martha Karina que me decía: "acaba la policía de capturar al asesino de mi hija, la policía me dijo que fue labor de inteligencia", no había necesidad en ese momento de contarle a una madre toda la verdad sobre la captura así que, sólo la escuché. Horas después, Mayra Virginia supo (y no por mí) lo que hice. Aquella tarde de regreso al Distrito Federal, mientras manejaba, lloré de nuevo, marqué un número y conté lo que me ocurría, recibí palabras de apoyo y cariño y al colgar, seguí llorando, fueron horas terribles de estrés porque jamás había estado frente a un asesino, sin embargo, yo sabía en una parte de mí, que para Martha Karina la justicia llegaba. Ese día me convirtió en lo que soy ahora. Ahí supe, el valor del periodismo que hago y el significado para quienes me leen, escuchan o miran a través de mis reportajes.

Desde entonces, doy gracias por lo que soy y en quién me he convertido, porque sé que la mayoría de las personas que me buscan para denunciar o buscan apoyo en alguna situación, encuentran respuestas y solo por eso, me siento bendecida.

Hace poco decidí que mis guerras internas debían terminar y me refiero a aquellas guerras estériles que todos los seres humanos tenemos con nosotros mismos. Mi rebeldía y mi necedad por aferrarme a lo que soy y en lo que creo, la orienté en asegurar que mis convicciones permanecerán intactas, así que, ahora en lugar de discutir con "necios y sordos" que no entienden esta profesión, sino que la manipulan a sus intereses, decidí decirles "Au revoir" y con ello, nació periodismoatodaprueba.blogspot.com un blog que ha sido un bálsamo en tiempos difíciles como cuando se me retiró un espacio informativo que conducía por no permitir el maltrato verbal ni laboral ni mucho menos la censura.

Hoy, PERIODISMO A TODA PRUEBA se ha convertido para mi en un espacio que amo y respeto, consiente siempre de no insultar la inteligencia de quienes me leen. Porque en este blog, están las voces de seres humanos que sufren o que gozan y todo lo escrito aquí es verdad.

Este 2015, comienzo el segundo año con este Periodismo a toda Prueba y quiero ponerlo muy claro y dejarlo por escrito, este blog, es suyo....¿Tienes una denuncia?

periodismoatodaprueba@gmail.com

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