sábado, 23 de enero de 2021

El Gran Larry King

 

Por Yohali Reséndiz


Había cumplido 7 años de solicitar una entrevista a Larry King.  Cada lunes antes de cerrar mi computadora, volvía a la carga para escribirle a Rachel, su asistente. Ahora a distancia, imagino que cada vez que ella recibía un correo mío, seguramente lo leía mientras chupaba la pajita de un café de Starbucks y luego levantaba la vista en señal de hastío, y me respondía: “Claro, se lo he dicho, comprenderás que tiene mucho trabajo y no podrá ser. Quizá la próxima vez ”. 

Lo que Rachel desconocía, es que mi paciencia es infinita y mi trabajo: impecable. Y así, mientras los inviernos pasaban, tenia en puerta otras entrevistas en las que invertí atención y mi tiempo, pasión y convicción y así,  pasaron meses, quizá años pero una a una fueron cayendo…

Aquellos tiempos era como estar tendida bajo la sombra y compartir frutos únicos del árbol que sembré con tanto empeño, devoción y amor.   Un día la entrevista era con José Saramago o Mario Vargas Llosa, Gonzalo Rojas. Otra mañana era con  David Cooperfield o Pelé. Del Maestro Toledo a Mario Benedetti y a distancia, Shirin Ebadi o Elfriede Jelinek. Y cuando pensaba que nada superaría al personaje más admirado,  leído o escuchado, Fernando Botero estaba al otro lado de la línea aceptandome una entrevista para México.

Sí, fueron buenos tiempos, en los que di más que cualquier simple “Coordinadora de entrevistas” y dí de más porque ni soy simple ni eso lo hace una Coordinadora de entrevistas “normal”. No por nada me golpearon afuera de Radio 13 para "robarme" mi agenda, ¿a poco eso también se puede olvidar?  Así que, si minimizan, critican e incluso satanizan que es demasiado lo que escribo, yo les preguntaría, sobre todo a los periodistas, ajá ¿y, cuál es la mejor entrevista que has conseguido por tus propios medios?  Y pues ahí respóndanse….y ahora sí juzguen….

Es verdad, tengo demasiado amor propio y me siento muy orgullosa del trabajo aportado entonces y una frase me lo reafirmó: "Nadie como tú", confieso que después de esa frase, miré la vida desde otra dimensión y realmente ahí supe que esa frase lo encerraba y resumía todo. 

Así que sí, así es, así fue y así será, aunque los años pasen y los laberintos de esta vida mía se sigan bifurcando. Nadie como yo y no hay nada más que agregar. Francamente creo que los entrevistados no tenían ni idea de quién era Yohali Reséndiz, pero luego lo supieron. Hubo quienes con los meses y luego años, tuve la fortuna de llamarlos de vez en vez y preguntarles como iba su vida, así lo hice por ejemplo con el Maestro Mario Benedetti… 

Quizá si hubiese sido Rachel, hubiese bastado abrir la agenda e ir llamando y calendarizando a Margaret Thatcher, Mijaíl Gorbachov o a Bill Clinton, quizá a Yasir Arafat, o Vladímir Putin, o al amado Paul Mcartney, así de fácil, total, la diferencia entre la Coordinadora de Larry King y yo, es que ella coordinaba para Larry King Live transmitido por la cadena CNN y yo coordinaba para una estación de Radio en AM. Pudieran pensar que Rachel tenía todo a favor, pero no, yo tenía algo que Rachel, nunca tendría, yo tenía hambre de crecimiento profesional y una tremenda lealtad al proyecto para el que trabajaba, así que, si había que labrar para conseguir un número, sí había que llamar en la madrugada por distintos  husos horarios, obtener 300  contactos para llegar al real, pensar en la estrategia de abordarlos, de convencerlos, de acercarme sigilosamente para evitar recibir un portazo en la nariz y escribir las palabras correctas, lo hacía.  Debo remarcar que todo eso, el conjunto de retos diarios, logró que una a una, aquellas llamadas o mails de quienes han maravillado y fascinado al mundo fueran llenando una agenda sustanciosa, -que por cierto, ya no conservo- lo que sí, es que quienes han vivido conmigo pueden testificar que di varios, muchos gritos acompañados de brincos de felicidad en mi cama.

EL GRAN LARRY

En Marzo del 2011, manejaba hacia Grupo Imagen. Escuchaba a Carmen Aristegui cuando Olga Carranco, coordinadora de invitados del programa, anunciaba que esa tarde a las 18:00 horas, el Presidente Felipe Calderón, Carlos Slim y Larry King, inaugurarían el Museo Soumaya, casi choco al escucharlo. Entonces, esperé a que Olga saliera del aire y le pregunté directamente si había escuchado bien y de nuevo me lo repitió: Sí, Larry King, está en México y estará en el Museo Soumaya. Mi cabeza comenzó a fraguar el plan, y lo que era un hecho es que a las seis de la tarde, estaría ahí. Ese martes, tenía que entregar dos notas en Cadena 3, tenía la agenda llena, y mi vestimenta se reducía a un pantalón de mezclilla, un chaleco, una playera blanca y unos tenis, ¡un desastre!, recordé que traía unas zapatillas en el asiento trasero que me salvaron y luego miré por el retrovisor que traía un sacó que no había bajado el día anterior. Lo siguiente era resolver un maquillaje y peinado a la altura del evento, en el que acudiría el Jet Set del país.

Afortunadamente, las de maquillaje me tiraron paro y me dejaron bellísima. Con el paso de las horas, tenía otro gravísimo problema: No tenía invitación y había que entrar al evento. Entonces, tuve que contar la historia de tooooodos los años invertidos en esa entrevista a una periodista que me aprecia y me apapachó: Claro, mi amor, mi vida, yo te ayudo. Así, llegó la hora, y Pablo, había contribuido al plan al lavar mi accord dorado. Estaba a buen tiempo. Entonces, llegué al primer retén presidencial, el soldado me miró y no dudó en dejarme pasar, luego vino un segundo y un tercero,  mi estómago, estaba hecho trizas, le marqué a mi complice y nada, el celular apagado. No podía salirme, no aceptaba regresar con un ¡no! y decidí continuar. Entré al estacionamiento y ahí, supe que el acceso no sería nada fácil. Pero estaba convencida que no iba a fallar, que haría lo que estuviera a mi alcance.

  
Frente a mí, estaban los Peralta, los Harp, los Servitje, los Azcárraga, ellos impecables y ellas con unos diseños de ensueño y adornadas de joyas exquisitas y divinas, ¡ja! Yo estaba vestida de mezclilla con un saco sencillo negro….entonces, tome aire….vuelo…mucho vuelo y me bajé de mi carro con la cabeza en alto y con confianza y seguridad en mi misma… entré a un elevador con una de las familias más ricas del país, dije buenas noches y sonreí, llegando al siguiente piso, un par de minutos después, ¡ja! la seguridad me había encapsulado sin que nadie se diera cuenta y en menos de 30 segundos,  estaba de nuevo en mi vehículo, -jajaja, ahora me da risa, pero aquel día, pensé en aquel Valentino, colgado en mi vestidor-.

Después de conminarme a retirarme del lugar y sin decir, soy reportera, escuché una voz, que resultó ser la de mi cómplice, y el alma regreso a mí. Con aplomo, me metió al lugar por la parte de atrás del Museo y me dijo: "a partir de aquí, vas sola, mi amor", nos abrazamos y la única opción que me quedaba era entrar por la alfombra roja donde tal cual Miss Universo levanté la mano y saludé,  -jajaja-, algunos fotógrafos y camarógrafos al reconocerme, me levantaron su dedo pulgar en señal de: ¡Tú puedes!

Mi corazón aquella tarde-noche, de verdad que latió diferente, sentía el galopar de mi pulso en la garganta y cuando crucé la puerta principal de la “brillante pieza de arquitectura” como lo definió el gran Larry en su cuenta de twitter, me paralicé. Caminé sólo unos pasos y ahí, al igual que Le penseur, del escultor francés Auguste Rodin, yo estaba a punto de librar otra gran batalla interior. 

Frente a mí, Lawrence Harvey Zeiger King, Larry King, el hombre de gafas de pasta negra y tirantes, el periodista que había realizado más de 50,000 entrevistas, tenía su brazo izquierdo cruzado y su mano parecia sostener su codo derecho y la mano derecha en forma de puño rosaba su barbilla y escuchaba con atención al hombre más rico del mundo. Respiré. Al mirar a mi derecha, junto a mí, estaba Gabriel García Márquez y a su lado, su fiel Mercedes.

¡Tengo que estar serena!, me dije, ¡Debo enfocarme!, me repetí y tomé asiento. 

El discurso de la inauguración comenzó y pronto, los invitados principales, subieron las escalinatas que conducían al primer piso para comenzar su recorrido.  Mientras los canapés y el vino tinto, corrían y agasajaban a quienes habíamos quedado atrapados en el cerco presidencial, entre ellos el premio Nobel Colombiano de 1982, quien posaba para las fotos y aquella vez era al menos la tercera que tenía el privilegio de coincidir en un mismo espacio pero nunca me había atrevido a robarle una foto, así que esa noche sí me atreví y aunque no lo entrevisté, aún conservo esa foto… ¡já!

La verdad, es que recuerdo que ya había pasado más de una hora y Larry King no bajaba, de pronto, la guardia presidencial formó una valla y el elevador que estaba justo frente a mi se abrió, Felipe Calderón salió sonriente, y levantó la mano para saludar a quienes lo vitoreaban o aplaudían, yo, estaba frente al él y de nervios sonreí y esa sonrisa fue la llave para que el Presidente frente a todos, me saludara de beso y de mano y me preguntara: ¿Cómo estás?, estoy segura que todos y todas comenzaban a preguntarse ¿Quién es ella?...

Luego, la caja de metal se abrió de nuevo y apareció Margarita Zavala, sencilla, amable, transparente, y yo frente a ella también, entonces, me miró y me saludó: aproveché ese momento y le dije: Margarita, y ella con mucha atención me miró y al mismo tiempo me dio un beso en la mejilla y al abrazarme le dije al oído: He cumplido 7 años buscando una entrevista con Larry King, solo he venido a eso ¿él todavía esta aquí? Y entonces me respondió: sexto piso. Nos miramos, me dio un apretón en mis brazos y me dijo: ¡vas a lograrlo! y se fue.

¿Pero cómo se logra llegar a Larry King en un evento de un Museo donde hay una seguridad extrema y ni siquiera sé dónde ni como se accesa hasta el sexto piso? Eso pensaba cuando miré hacia mi izquierda, erguido y de perfil, lo reconocí de inmediato, era Arturo Gutiérrez, el Jefe de meseros de Sanborns Universidad donde trabajé cuando era muy joven. El corazón se me salía de nuevo, esta vez, mis latidos retumbaban en mis oídos. Me acerqué y dije: Arturo, soy Yohali. Me miró y guardó la compostura pero celebró tenerme enfrente, “Te vemos en la tele, todos los muchachos estamos orgullosos de ti, lo lograste,  sabíamos que lograrías terminar y alcanzar tu sueño, ¿qué haces aquí?", me preguntó. 

-Vine a hablar con Larry King, respondí

-"¿y ese quién es? Mmmm, no había tiempo de explicar, solo dije: 

-Es alguien muy importante para mi, está en el sexto piso y no se como llegar a él. 

-"Esperame aquí", me pidió. 

Veinte minutos después un mesero se me acercó y me pidió acompañarlo, me guió a un lugar tras bambalinas donde estaban sirviendo los canapés y las bebidas y sin saberlo, Arturo, era el Capitán de Meseros del servicio de esa noche. Me miró y preguntó:

- ¿Aún recuerdas como se lleva una charola? 

Sonreí. 

Bajo la manga de mi saco traía una liga y con rapidez me hice un chongo. Luego Arturo, le pidió a una mesera darme su filipina y charola. Arturo me ayudó con los botones y entonces tomé la charola y comenzaron a ponerme en ella varias bebidas y cervezas y luego junto a Arturo y al menos otros cuatro meseros, comencé a caminar por un pasillo y luego subimos escaleras y de repente estaba de nuevo frente a los Harp, a los Peralta, a esos hombres y mujeres que conversaban del destino del país, de las maravillosas obras, de viajes, de negocios mientras yo caminaba y me iban quitando el peso de las bebidas y la charola se hacía más ligera y entonces, frente a mi, en un sillón love seat, estaba Larry y su esposa Linda y yo me quede frente a él pasmada:

- "¡No gracias, ya muy lleno!" Dijo. 

Arturo, se me acercó y me susurró:

- "Necesito que vengas". 

Obedecí. 

Regresamos a aquel lugar donde las escaleras descendían y me pidió la charola y la filipina.

-"Ya estás aquí", dijo mientras me daba mi saco. 

-Muchas gracias, Arturo, esto que has hecho por mí, no lo olvidaré jamás. 

-"Cualquier cosa, llegaste hasta aquí sola". 

-Sí, no te preocupes, le dije todavía muy nerviosa.  

Arturo me abrazó con fraternidad. Entonces regresé con Larry, que seguía ahí sin nadie alrededor, y yo me paralicé de nuevo frente a él. Entonces saqué de la parte de atrás de mi pantalón un rollo con al menos 40 mails, con fechas que dejaban en claro que había cumplido 7 años de solicitar una entrevista con él. Sin decir palabra, Larry, se reincorporó y los leyó atentamente mientras meneaba la cabeza de derecha a izquierda y viceversa y le dijo a Linda, ¡Rachel, nunca me comentó nada! luego me miró y me dijo con un español entrecortado pero entendible: 

-"¿Tú eres la mesera?" 

-Si, respondí, 

-"¿Y te vestiste así para llegar hasta acá?"

- Sí, no había otra manera, no tengo invitación, soy reportera y tengo 7 años buscando un sí de usted, expliqué.

Larry se carcajeo, y dijo: 

-Siempre soy el que entrevista, nunca soy el entrevistado, pero lo que has hecho esta noche, nunca antes nadie lo había hecho para mi. 

Linda asintió y sonrió conmigo mientras lágrimas calientes humedecían mis mejillas y entonces soltó: 

-Four Season. 10 de la mañana. 

-Gracias, de verdad, significa mucho para mi, entonces el gran entrevistador, se levantó de aquel sillón y en un gesto de caballerosidad y sencillez me dio un abrazo, 

-"Esto es de mucho valor y te admiro por ello, el agradecido soy yo. Gracias", dijo. 

Recuerdo que ya no bajé por las escaleras oscuras de servicio, sino por la escalera principal, todo un espiral de luz. Recuerdo también que en mi mente tenía un nombre y recuerdo que aquella noche, después de que encendí mi celular, hice una llamada "cursi" al que fue mi jefe y recibí de él una frase jodida, distante, fría. Recuerdo que aquella mezcla de emoción y de nervios que ocurrió al día siguiente en el Hotel de Reforma, se diluyó cuando Larry King entró a ese salón que también gestioné para que la única entrevista a México se hiciera realidad y recuerdo también que la grandeza de Larry King lo hizo aceptar grabarme ante la lente de Juan Carlos de La Cruz un Happy Birthday para alguien que amo tantísimo y que lo vale todo.

Quizá.... lo antes relatado, para algunos sea una historia más. Quizá sea una historia que ya conocen pero que le restan una y otra y otra vez valor...en la parte que hice al querer invisibilizarla, anularla, aplastarla.  

Es verdad, no necesito que me recuerden lo que hice ni cómo ni porque, porque eso lo sé mejor que nadie y no es soberbia sino un reconocimiento que buscaba pero no sabia que debía ser de mi hacia mi, desde el amor propio pues y la frase "Nadie como tú" que escuché con tanta verdad y fuerza en privado, me ha dejado entrever que el reconocimiento público forzado ya ni falta me hace.

Pero es necesario para mi escribir y recordar, que la grandeza de Larry King, tuve la fortuna de estrecharla, de abrazarla...quizá para algunos hubiese tenido más valor hacer la entrevista como reportera que soy, pero ésta es y fue la historia mía con Larry King en mi vida profesional y personal. 

Quiero por último subrayar que sí, Larry King dijo que "la fama es un disfraz" pero muchos no entienden que ese disfraz....el de la fama....viene siempre en talla grande. 




3 comentarios:

  1. Excelente historia. Nada mejor que ver tus metas conseguir con base en el esfuerzo de un@ al jugarse el todo por el todo sin impotar lo qie pueda pasar. Felicidades compatriota!!! Muchos éxitos como éste. Saludos.

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  2. ..sin importar lo que pueda pasar...

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  3. Por otro lado. Lamentable la pérdida de cualquier persona. QEPD el gran Larry King.

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